LA HUELGA DE GAMESA
Por José López
25 DE JUNIO, DÍA DEL CHARRAZO EN GAMESA
Varias docenas de bombas molotov eran ofrecidas
por un estudiante universitario al dirigente del Sindicato de Gamesa; los
envases llenos de gasolina y con un mechón aguardaban impacientes en un auto
cerca de ahí listos para la acción de resistencia. Las bombas tendrían una
función muy importante: defender una histórica huelga que ya había durado 77
días y que era amenazada por decenas de golpeadores cetemistas y entre 60 y 50
policías integrantes de un grupo de choque creado por el gobernador Zorrilla.
Pablo Luis Esquivel, dirigente del Sindicato,
envuelto en un sudor frío y coraje impotente no atinó más que a la cautela; y
es que no sólo eran aquellos más de 50 ruleteros al servicio de la mafia
sindical y el medio centenar granaderos en posición militar lo que le
preocupaban sino la vida de niños y niñas pequeñas que acompañaban a sus padres
huelguistas en aquel momento.
“Hubiera significado una masacre”, reflexiona
ahora, después de 32 años de aquella gloriosa y sufrida huelga en áreas ahora
panistas del municipio de San Nicolás de los Garza.
Aquel 25 de junio de 1976, “la trilogía enemiga
de la clase trabajadora: patronal charros y gobierno se quitaron la careta”; ya
no más demagogia, no más intentos de persuasión, no, la violencia burguesa
saltaba a escenario, era la hora de la ignominia del capital.
DEL SINDICATO “BLANCO” AL “ROJO”
A finales del año de 1963 se empezaron a
organizar clandestinamente grupos de obreros y obreras con el objetivo de
sacudirse el control sindical patronal. Así que en una asamblea sindical se
toma el acuerdo de abandonar la Federación Nacional de Sindicatos
Independientes (FNSI) para así afiliarse a la Central Nacional de Trabajadores
(CNT), creyendo que con esta acción el sindicato defendería mejor los intereses
de los trabajadores.
Sin embargo, por falta de grupos militantes en
la base, que estuvieran apoyando y promoviendo la organización y la unidad de
los demás compañeros, el avance se perdió y la patronal despidió a los
dirigentes del sindicato contando con la ayuda de los “coyotes”, quienes tenían
toda la libertad de movilizarse al interior de la empresa para atacar y
provocar la desorientación de los obreros. La práctica gansteril rindió frutos,
no hubo apoyo al despedir la empresa a los dirigentes, por lo que Alberto
Santos, dueño de la empresa, volvió a recuperar el control del sindicato,
imponiendo nuevamente un títere en la secretaría general.
Sin embargo, a pesar del golpe sufrido, un
grupo de obreros y obreras reforzaron la lucha, y confiando aún, en que un
cambio de central sería la solución a los problemas laborales, pasaron de una
pequeña central identificada como CNT a otra no más relevante llamada Central
General de
Trabajadores. Pero 2 comités ejecutivos
transaron 2 de las mejores cláusulas que se tenían: la del transporte y la del
seguro social (Cláusulas buenas porque la empresa ponía el transporte para
todos en todos los turnos y pagaba las cuotas del Seguro Social en su
totalidad). En definitiva, estas corruptelas le debieron ahorrar mucha lana al
patrón, Alberto Santos.
La existencia de un grupo bien organizado logró
cambiar de nuevo de central, esta vez a la CROC. Durante el corto tiempo en el
cual estuvieron bajo estas siglas, se luchó para que la media hora de comida
fuera tomada como tiempo trabajado. Sin embargo, no pasaron más de 25 días para
que la empresa y la corrupta Junta Local de Conciliación y Arbitraje,
desconocieran al Comité Ejecutivo formando otro y afiliándose a la
Confederación de Trabajadores de México (CTM).
LA dirigencia charra logra que sea reconocida
la media hora de comida como tiempo trabajado, ganándose así el apoyo de la
base. Sin embargo, este espejismo dura muy poco… siendo fieles a su tradición,
transan esa prestación.
Ante esta situación muchos de ellos empiezan a
ver que la fuerza de la organización radicaba en la unidad y conciencia de
clase. Era indispensable la organización y la lucha contra el capital sin
importar en qué central o federación estuvieran, conclusión a la que llegaron a
fuerza de la estrecha relación de acierto-error, acierto-error; ésto porque no
era una opción afiliarse a un sindicato perteneciente a una central reconocida
como democrática por el riesgo a ser completamente barridos por el gobierno, la
empresa y las centrales charras.
SEGUNDA ETAPA DE LUCHA
En 1972, un grupo de obreros de la Gamesa
continuaron la lucha con el objetivo de conquistar la tan anhelada democracia
sindical. No era fácil, Monterrey era –y es hasta la actualidad- plaza de los
sindicatos pro-patronales y la Galletera no era la excepción.
El domingo 6 de agosto de este año era fecha de
elecciones sindicales. Se formaron 3 planillas: una por Cesáreo Gutiérrez,
reconocido charro en la empresa; la segunda por simpatizantes de la CROC y la
tercera estaba formada por un grupo de trabajadores que creían que lo
importante era luchar por democracia no importando en qué central estuvieran.
La mayoría se identificaba plenamente por la tercer planilla, sabían que
ganarían y obtuvieron la mayor cantidad de votos; lamentablemente el sistema
gansteril de la CTM no permitió avanzar la democracia y Cesáreo Gutiérrez se
alzó como secretario general.
En los 2 años siguientes que duró el charro
Cesáreo se intensificó la explotación de la empresa a través del sistema de
incentivos, lo que trae como consecuencia un reajuste de personal en varios
departamentos.
A fines de 1973, se reunieron las 2 planillas
perdedoras en las elecciones del 72 llegando a la conclusión de que perseguían
el mismo objetivo: luchar contra los charros y defenderse contra los abusos del
patrón. Al llegar la fecha de elección, 4 de agosto de 1974, se presentó una
sola planilla, la cual obtiene la mayoría, mas otra vez el charro Cesáreo hace
de las suyas tratando de reelegirse y se convoca a una nueva asamblea de
elecciones. En ella se demuestra el repudio que la mayoría de los trabajadores
tenía contra los charros y se exige que se reconozca el triunfo de la planilla
nombrada por la mayoría. Finalmente, la presión de las bases logró que Raúl
Caballero, dirigente estatal de la CTM de Nuevo León, retirara al espurio de la
lucha.
Con un triunfo parcial, pero que significó un
paso más hacia la democracia sindical, se inicia una nueva etapa en la lucha.
El festejo iba acompañado de una fuerte presión desde sus enemigos, quienes, si
de algo estaban seguros era de que no querían por nada del mundo perder el
control sobre las bases trabajadoras.
Era el primer día de septiembre del 74, cuando
la dirigencia democrática emplazó a huelga por desequilibrio económico. A
Alberto Santos no le quedó más remedio de ceder ante la petición del 22% de
aumento salarial. La consecuencia de la nueva victoria fue la confianza
renacida, no sólo en la dirigencia del sindicato sino en “la gran fuerza que
caracteriza la unión y decisión de todos los trabajadores”*.
La empresa divisa un grave problema: los
trabajadores han decidido rebelarse, y no hay marcha atrás.
Era la hora de reaccionar y ataca emitiendo
reportes contra los trabajadores para desgastar al comité ejecutivo. El
entonces secretario general renuncia al puesto debido a problemas de salud.
Esta situación pone a prueba al nuevo grupo dirigente y a la estructura
democrática que lograron formar hacia las bases. Obviamente los charros no
desaprovecharían la ocasión y en la siguiente asamblea intentaron apoderarse de
la secretaría topando afortunadamente con pared. Jorge Perales Galván se
llamaba (o llama) aquel tipo que junto con Cesáreo Gutiérrez quisieron dar
reversa al proceso democrático; el trabajo organizativo se expresó en plena
asamblea general, que sin titubeos rechazó a los charros y sin más, eligió al
regiomontano oriundo de la Garza Nieto, Pablo Luis Esquivel.
Y LA RESISTENCIA SE HIZO PRESENTE
La demostración de fuerza en el rechazo al
charrismo (¡dentro de la propia CTM!) inaugura una nueva etapa en el proceso de
democratización sindical, hecho que trae como consecuencia una serie de actos
de resistencia heroicos agudizando las confrontaciones con la patronal. Nadie
mejor que quien vivió este proceso para narrarlo:
“Los compañeros del Departamento de Merengue
exigen trabajar sin incentivos, esto trae como consecuencia el reporte y la
suspensión de un día a los trabajadores con la amenaza de que si seguía en esa
posición seguirían siendo castigados. Los compañeros se organizan y toman el
acuerdo de ir todos juntos a la Junta de Conciliación a denunciar los hechos.
Por la presión ejercida logran quitar el sistema de incentivos y el pago del
día de suspensión. Con esta acción se logró que más compañeros entraran a
trabajar con la conciencia de que estando unidos y organizados, la lucha es más
efectiva contra el patrón.
Después de la lucha relatada, los compañeros de
Empaque de Pasta se movilizan también para anular el incentivo, a lo cual la
empresa tomando en cuenta la experiencia anterior opta por ceder.
En el Departamento de Bodega se inicia también
una lucha por anular las tareas y las movidas logrando que se ocuparan más
compañeros, sin embargo por la falta de decisión los trabajadores desisten de
su intento y en pocos días no se logra el objetivo propuesto.
Dentro de la organización sindical la inquietud
sigue en aumento y pequeños grupos de compañeros de Galletas, Máquinas y Amases
deciden tener reuniones para discutir los problemas en común, por ejemplo el
exceso de carga de trabajo buscando soluciones y evitando la división. En este
tiempo emplazamos a huelga a la empresa por aumento salarial logrando un 19.5%,
anotándonos otro triunfo y demostrando a la empresa la fuerza de nuestra
organización.
Consolidar nuestra idea de que luchando unidos
y organizados podríamos conquistar las reivindicaciones de los trabajadores, la
empresa inicia entonces una represión selectiva, valiéndose de los coyotes
mayordomos y veladores, tratando de detectar los posibles líderes y militantes
del movimiento intentando con ella detener el avance de la organización
sindical (…).
Para esta fecha fueron secuestrados de una
forma brutal los compañeros Robles Rosales y Ricardo Rodríguez por parte de
varios individuos quienes en complicidad con la empresa los sacaron con engaños
del centro de trabajo. Estos trabajadores fueron amarrados y vendados de los
ojos, se les golpeó e interrogó sobre las cuestiones sindicales y fueron
después abandonados en despoblado. Se les acusó de agitadores y se les amenazó.
Ante está situación represiva el sindicato denuncia con desplegados en los
periódicos la actitud de la empresa y exige la intervención del gobierno, el
cual nada hizo para descubrir a los culpables. Otra acción de represión fue el
despido del compañero Jorge González a quien le fabricaron una falsa acusación
para correrlo,
La empresa inicia una amplia actividad de
soborno, amenazas y represión. Al compañero Roble Rosales lo intimidan con un
posible secuestro y lo obligan a aceptar la renuncia. Despiden también al
compañero Rómulo Ramiro Rivera, informando de que sus servicios ya no eran
requeridos.
Los trabajadores comprendimos que estos
despidos sistemáticos eran con el fin de desmembrar la organización.
Contestamos con una movilización y un paro -a pesar de la oposición de los
charros cetemistas- llegamos a manifestar al Palacio de Gobierno para protestar
contra la represión patronal y exigir la reinstalación de los detenidos. Esta
acción organizada pone un alto a los despidos y logramos reinstalar al
compañero Rómulo Ramírez”.
Al día siguiente, es decir, el viernes 20 de
febrero de 1976, en el diario El Porvenir señalaban que en la protesta habían
participado más de 600 trabajadores de Galletera Mexicana. Los inconformes
realizaron “un mitin frente al Palacio de Gobierno en protesta por el despido
de uno de sus compañeros y en exigencia de que la empresa acepte la revisión
del contrato, que vence el diez de abril, mediante la cual solicitan entre
otras cosas aumento de salarios de un 40 por ciento”.
Momentos después el apoderado legal de la
empresa aceptó la reinstalación del trabajador y aseguró que de inmediato se
iniciarían las pláticas de revisión.
El gobernador Pedro G. Zorrilla Martínez
accedió a intervenir en el problema y manifestó que intercedería ante el
burgués Alberto Santos, a quien llamó “joven industrial que entiende los
mecanismos modernos de producción dentro de la justicia social”.
Ante la fuerte organización interna de los
trabajadores democráticos y su sólida unión, Alberto Santos contesta con una
práctica de desprestigio del secretario general ante la opinión pública y paga
un desplegado en la prensa:
“(…) El día 19 del presente el señor Pablo Luis
Esquivel, Secretario General del sindicato de Trabajadores de Galletera
Mexicana, se dedicó desde las 0:00 hrs. a incitar a trabajadores del turno
nocturno, invitándolos a evitar la entrada del siguiente turno y se apostó en
la entrada de la empresa, micrófono en mano, para impedir la entrada del
personal del turno matutino que inicia labores a las 7:00 AM ADUCIENDO
DOLOSAMENTE EL DESPIDO DE UN TRABAJADOR, el cual un día antes había sido
llamado por representantes de la empresa para hacerle ver su actitud indebida
de agitación en su departamento durante horas de trabajo, lo cual causaba
inquietud y desorden y como consecuencia, alteraba la disciplina en el lugar de
trabajo y aún y a pesar de las faltas mencionadas NO FUE NI SIQUIERA SUSPENDIDO.
1o.-Denunciamos la actitud irresponsable y
demagógica del Sr. Pablo Luis Esquivel, Secretario General del Sindicato de
Trabajadores de Galletera Mexicana, al haber llevado a un paro “loco”, en
perjuicio de los mismos y de la fuente de trabajo.
2o.-Queremos dejar constancia pública de que el
Sr. Pablo Luis Esquivel, Secretario General del Sindicato de Trabajadores de
Galletera Mexicana, desde que tomó posesión de su cargo, se ha dedicado con su
actitud radical a obstaculizar la armonía y las buenas relaciones que siempre
han existido en la fuente de trabajo, en lugar de atender y conciliar los
intereses auténticos de sus representados.
Los trabajadores no se quedaron con las manos
cruzadas, reunieron entre todos la cantidad necesaria para pagar un desplegado
en un periódico local, en el cual indicaban que los únicos agitadores eran el
hambre y la miseria provocada por los bajos salarios y los malos tratos de
mayordomos y supervisores de la empresa.
Además dejaron constancia de que la unión y
solidaridad de los proletarios no permitirían más despidos de los compañeros.
Con toda esta manifestación de la lucha de
clases regiomontana, se llega a la revisión del contrato colectivo de trabajo.
Ni la patronal ni el sindicato sabían que sería fácil llegar a un acuerdo, los
primeros sabían que las antiguas tácticas de control sindical ya no
funcionarían, mientras que los segundos mantenían muy en alto la confianza de
su poder de organización con lo cual no titubearían en poner las sagradas
banderas rojinegras si Alberto Santos no atendía las demandas sindicales.
LAS MONJAS ARRIESGABAN SUS VIDAS POR LOS
OBREROS
Testimonio de Manuel García, organizador
sindical en esa época del Frente Auténtico del Trabajo:
La raza de Gamesa se reunía en la escuela de
Trabajo Social Cervantes. Recuerdo que la escuela siempre estaba llena de
chingo de obreros y obreras sindicalizadas.
Por esos días yo estaba en León, Guanajuato, en
una junta del Comité Nacional del FAT y los galleteros tenían reuniones de
preparación sindical. Ese día varios compañeros llegaron tarde a la escuela y
antes de entrar los secuestran, los golpean y los interrogan los grupos de
choque, que estaban compuestos de gente de Gobernación, charros y de los
sindicatos patronales. Los grupos de choque tenían rodeada la escuela que
estaba en las calles Espinoza y Arista en el centro de Monterrey. Viendo la
crítica situación en la que se encontraban, Pablo Luis, secretario general del
Sindicato de Gamesa, me habla a Guanajuato para informarme de lo que estaba ocurriendo.
Le dije: “Háblale a la Cruz Roja, Cruz Verde, a
los bomberos, medios de comunicación, háblale a todo mundo, y diles que hay un
incendio, que hay un desmadre y que peligran muchas vidas”.
Claro que no había incendio pero esas llamadas
les podían proporcionar algo de protección o mínimo que hubiera testigos de lo
que está pasando.
Cuando estaba la bronca, las monjas, que tienen
sus salidas secretas del edificio (son tan pecadoras como nosotros) empiezan a
sacar a la raza porque estaba todo cercado.
Las monjas hermosas, independientemente de
izquierda o derecha, ellas arriesgaron su vida por los obreros. Empezaron a
sacar la gente por un lugar secreto y se los llevaban en camionetas. Beatriz de
la Vega tenía un vochito con el que sacó a varios del lugar y los dispersó;
luego, cuando regresaba a la escuela, en un cruce de calles le atraviesan un
carro pero ella no alcanzó a frenar.
Cuando regreso a Monterrey la voy a visitar al
hospital. Llego a la habitación y me dice “¡Mira cabezón, por tu culpa cómo me
tienen!”. Aunque ella estaba toda golpeada por el choque estaba feliz de la
vida.
Beatriz fue solidaria. Estaba feliz por lo que
hizo y me dijo “Dios es grande”.
Y pues no sé si sea grande pero… era su afán de
“Yo lucho, yo hago, yo apoyo…” y ella pensaba que desde allá arriba un dios la
inspiraba.
Esto fue en el 1975 antes de estallar la huelga
de Gamesa. Se necesitaba mínimo un año previo de preparación.
Ese choque no fue lo único que Beatriz
resistiría, a diario la seguían, le intervenían el teléfono, la amenazaban.
LA HUELGA
Concientes las y los trabajadores de Gamesa, de
la gran importancia que tienen en la producción de la empresa y de la fuerza
que se tenía en ese momento, las exigencias contractuales no podían ser pocas.
Algunas de las demandas puestas a negociación
en la revisión del contrato colectivo de trabajo son:
300 plantas para eventuales (no hubo
ofrecimiento)
40% de aumento al salario
2 miembros más del Comité Ejecutivo con pago
completo de salario
Pago superior al mínimo profesional a los
choferes
Se concedan aguinaldos por arriba de lo que
marca la ley, tomando en cuenta las utilidades
Semana de 40 horas efectivas de trabajo
Pago por parte de la empresa de las cuotas del
Seguro Social
Indemnizar a los trabajadores que cumplan 30
años de servicio
Injerencia directa en los aspectos técnicos y
tecnológicos de la fabricación de galleta, tratando de regular el cocimiento de
la galleta
Limitar las funciones de la empresa al
movimiento de empleados en los diferentes departamentos
Que se pacten 2 aumentos al tabulador durante
el año, uno cuando se incrementen los salarios mínimos y otro en la fecha de
revisión del contrato colectivo
Las negociaciones se rompieron rápidamente, la
empresa no estaba dispuesta a ceder en lo más mínimo al grado que no se llegó
nunca a negociar el aumento de salario ni las plazas para eventuales. La
dirigencia estatal cetemista, lacaya de Alberto Santos, se empeñó entonces en
convencer a los trabajadores a que se abstuvieran de recurrir a la huelga, sin
embargo su esfuerzo no rindió ningún fruto y las banderas rojinegras hicieron
su aparición a las cero horas con un minuto del 10 de abril de 1976.
La solidaridad proletaria no se hizo esperar y
las trabajadoras heróicas de Confecciones y Maquilas, que mantenían ya más de
un mes de huelga, brindaron su apoyo a los que recién utilizaban la mejor arma
de la clase trabajadora: la huelga.
Las y los trabajadores de Gamesa curiosamente
pararon la producción sin fondo de resistencia, ah! Pero eso sí, con una
convicción y una determinación envidiable producto de un largo trabajo
militante hacia el interior de la empresa.
Total, que se formaron 9 comisiones para
afrontar el nuevo paso que habían dado:
Comisión de boteo, comisión para recabar
alimentos, de festejos, comisión de relaciones, comisión de vigilancia, de
información y propaganda, de primeros auxilios, de formación sindical y
comisión de finanzas.
Además, disponían de un mimeógrafo, local
sindical, pizarrones, aparatos de sonido, y una máquina de escribir.
Para evitar el aislamiento se informaba de la
huelga por medio de boletines y se asistía a asambleas de obreros y obreras, de
posesionarios (as) y de estudiantes universitarios.
La patronal no se quedaría con los brazos
cruzados, al mismo tiempo que cedía en algunas demandas del pliego petitorio
pasaba a la ofensiva. Golpeó fuertemente al movimiento en la prensa y en la
televisión; utilizó a los coyotes para dividir a los huelguistas, movió a los
charros de la CTM y a los empleados de confianza, todos con la misma orden:
debilitar al movimiento de huelga.
Los coyotes hacían labor de división en las
asambleas, incluso llegaron al grado de utilizar a sus esposas exhibiéndolas en
televisión en donde desacreditaban al movimiento huelguista y en las mismas
guardias con el fin de desmoralizar. Además, los coyotes o esquiroles
elaboraban y repartían volantes con información falsa para desorientar a los
trabajadores.
Diez días después la patronal no cedía y
declaraba en la prensa que las peticiones de los trabajadores de Gamesa eran
exageradas, que la demanda de un aumento de salario del 40 horas semanales con
pago de 56 era demasiado. Claro, lo normal es que las ganancias vayan a los
bolsillos de la patronal, no de los trabajadores. Era irracional que los
productores pidieran un poco más que lo rigurosamente necesario para
sobrevivir.
A poco más de un mes de iniciada la huelga, la
empresa envió una carta -fechada con el 11 de mayo de 1976- a las casas de los
trabajadores anunciando que habían roto pláticas con el Comité Ejecutivo. De
entrada pretendía desprestigiar a la dirigencia elegida democráticamente y lo
involucra en un movimiento nacional subversivo que pretendía “aumentar el
desempleo crear serios problemas al Gobierno”:
“Estimado Compañero:
(…)
Es nuestra obligación informarte, que hemos
decidido no continuar con las pláticas del actual Comité Ejecutivo ya que ha
demostrado con su actitud dolosa no tener interés en resolver el problema.
(…)
Las Tácticas que ha seguido el Comité ejecutivo
es el de sabotear las pláticas, en forma muy inteligente, aconsejados por manos
extrañas su manera de proceder consiste, en cláusulas exageradas no permitiendo
llegar a negociar el Tabulador de Salarios y Prestaciones Económicas y de esta
manera paralizar las pláticas logrando su objetivo de no avanzar, haciendo
creer que van a lograr por medio de este conflicto cosas, que si las analizas
son a todas luces exageradas e imposibles.
Es
lamentable que el actual Comité Ejecutivo se haya prestado a participar en un
movimiento subversivo a nivel nacional cuyo fin es clausurar fuentes de
trabajo, aumentar el desempleo y crear serios problemas al Gobierno, como se ha
podido observar en diferentes conflictos que se han presentado simultáneamente
en diferentes lugares del país”.
Lógicamente
cerraría la carta con “broche de oro”, les externaría el afecto que siempre ha
tenido hacia sus explotados, perdón… trabajadores:
“(…) GAMESA
siempre tuvo y sigue teniendo el deseo de escuchar a sus trabajadores o a sus
representantes, cuando éstos busquen los intereses auténticos de los
trabajadores y de la fuente de trabajo mediante una posición adecuada y
realista”
El cinismo
de Alberto Santos era ilimitado, con esta carta intentó convencer a los obreros
que el Comité Ejecutivo (CE) elegido democráticamente de las y los trabajadores
no representaba los intereses de las y los mismos, y que las exigencias que se
votaron en asamblea tampoco eran las exigencias de la asamblea. Y la empresa
sólo se entendería con los representantes cuando éstos negocien de manera
“adecuada y realista”.
Pero…
adecuada para la patronal y realista para los intereses de la misma, y como en
esto de la lucha de clases, lo que es adecuado para la patronal no lo es para
el trabajador y que la realidad de uno es de lujo y privilegio mientras que
para el otro es de miseria y explotación, entonces los representantes, según el
“joven industrial” de Alberto Santos… ¿debiera ser un charro cetemista o un
traidor a la causa proletaria? Cualquiera de las 2 opciones, respondería si la
honestidad fuera parte de sus principios.
La patronal
no seguiría tolerando la actitud fortalecida de los trabajadores, que no se movían
en sus exigencias contractuales. A más de 2 meses de que la bandera rojinegra
se alzó en la fábrica de galletas y de numerosas pláticas negociadoras, que a
lo mucho llegaban a mentadas de madre cerebrales, Alberto Santos -apoyado en el
gobernador Pedro Zorrilla- decidió romper las pláticas conciliatorias con el
comité ejecutivo del sindicato. A partir de ese momento el respaldo natural del
poder político a la burguesía daría por liquidado el conflicto. La elasticidad
del Estado hacia la rebeldía proletaria soportada sólo por las relaciones tan
estrechas con la principal estructura de control obrero de ese entonces -la
CTM- simplemente se rompió. La CTM no había cumplido con su función de control
sindical así que ya era hora de poner en acción todos los medios coercitivos
disponibles para solucionar el conflicto de clase.
LA TRAICIÓN
Y LA REPRESIÓN HICIERON ACTO DE PRESENCIA
A mediados
del mes de junio y faltando sólo 7 cláusulas por revisar, el gobernador cita al
Comité de Huelga y a representantes patronales. El gobernador Zorrilla le exige
a la representación sindical que acepte los ofrecimientos de la empresa
-ofrecimientos que nunca tocaron lo relativo a las plazas para eventuales-,
éstos se niegan aduciendo que era la asamblea quien definiría cómo y cuándo
terminar la huelga.
Posteriormente
se realiza una asamblea general donde la mayoría rechazó la propuesta patronal.
No es demás decir que se expulsaron a 5 miembros del sindicato por su labor
traidora a la causa proletaria.
Después de
la fallida negociación, la empresa desconoce al CE por su “actitud
intransigente” y aseguró en la prensa que no seguiría las pláticas hasta que se
nombrara otro CE. Curiosa decisión, siendo que los únicos que pueden desconocer
al CE son los propios trabajadores, a quienes representa.
El viernes
25 de junio la trilogía enemiga de la clase trabajadora -charros, gobierno y
patrón-, inventan un nuevo comité ejecutivo en un lujoso hotel del centro de la
ciudad, inmediatamente en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, le dan
apariencia legal. Entraba en acción el traidor Jorge Perales, quien era miembro
del CE elegido democráticamente, y que ahora estaba convertido en todo un
lacayo al servicio de la patronal, ¡ahora se alzaba del lodo como secretario
general del sindicato! Con esto, firman la terminación de la huelga; mientras,
el gobernador Zorrilla envía decenas de policías, y la CTM golpeadores a la
planta de Gamesa para romper la huelga. Cercan las calles aledañas a Gamesa e
impiden con las armas en la mano la entrada de los grupos que llegaban a
solidarizarse.
Ante la
represión algunos lloraron de impotencia al ver los cuerpos policíacos armados
hasta los dientes y a los golpeadores con sus típicos garrotes. Cuando los
empleados de confianza junto con los burócratas de la JLCyA abrieron las
puertas de la fábrica, los trabajadores se mantuvieron con una actitud retadora
aunque en sus adentros les destrozaba el alma. Pensaban que aunque se abriera
la planta, ésta no trabajaría sin ellos.
Al día
siguiente los trabajadores acuerdan una marcha al Palacio de Gobierno en
protesta por la represión sufrida y recorrer las calles del centro de Monterrey
para solicitar el apoyo del pueblo trabajador.
El lunes 28
de junio la patronal envía cientos de esquiroles para suplir a los trabajadores
que se mantenían en huelga pero éstos ya habían acordado no dejar entrar ni
salir a nadie. Entonces el Estado da la orden de reprimir directamente. El
grupo oficial de choque “Eroes” entró en acción conjunta con los golpeadores
cetemistas, en su mayoría ruleteros. Al replegarse los trabajadores los
empleados de confianza ingresan a la empresa.
Los medios
de comunicación hicieron su trabajo de desinformar y no se cansaban de llamar a
los trabajadores para que entraran a laborar.
Después de
varios días de asambleas constantes y movilizaciones, finalmente los
trabajadores se vieron obligados a recurrir a la CROC para por medio de ella
pelear por la titularidad del Contrato Colectivo de Trabajo que ahora estaba en
manos de la CTM. Posteriormente, por recomendación de la CROC decidieron entrar
a trabajar ya que era mejor desde adentro dar la lucha por la titularidad del
CCT. Obviamente la patronal aún tenía la herida abierta y estaba decidida a
eliminar todo rasgo de rebeldía proletaria. No lo dudó ni un instante, despidió
paulatinamente a 86 obreros identificados plenamente en el movimiento.
LA DERROTA
Era tanto
el descontento de los que regresaron a laborar que para el 2 de julio, el CE
impuesto por la patronal amenazaba con aplicar la cláusula de exclusión:
“Tenemos
informes que algunos trabajadores, probablemente forzados (¿?) están firmando
solicitudes de ingreso al Sindicato Benito Juárez de la CROC.
Esto
significa una grave falta porque la cláusula 31 del contrato colectivo
establece que todo trabajador que no sea miembro del sindicato contratante será
desocupado”.
Dos meses
después, la agitación y la dignidad se negaban a extinguirse. El 25 de agosto
un buen grupo de trabajadores intentaron realizar un paro laboral pero debido a
“la presencia amenazadora de fuerzas policiales y de renovadas amenazas de la
patronal de despedir masivamente a los inconformes” se desistieron del acto. Se
tenía planeado iniciar el paro a las 2 de la tarde pero minutos antes arribaron
cuatro patrullas de Protección Ciudadana. Los elementos policíacos ingresaron a
la empresa, platicaron con los empleados de confianza y siguieron con la
vigilancia. El paro tenía como finalidad presionar a la Junta Local de
Conciliación para que agilizara la demanda de titularidad del CCT, que había
presentado Pablo Luis Esquivel por medio de la CROC. Otra de las demandas que
seguían vivas, era la reinstalación de 83 despedidos a raíz de la huelga.
Aunque no realizaron el paro, sí manifestaron su repudio al espurio de Jorge
Perales y reafirmaron como su representante legítimo a Luis Esquivel.
Antes de
entrar a laborar, los trabajadores manifestaron que aguardarían a un momento
propicio para llevar a cabo la protesta. Lamentablemente, el movimiento
democrático ya estaba en agonía. Nunca logran reinstalar a los despedidos, ni
tampoco recuperar la titularidad del contrato colectivo. Se había aplastado ya,
una gran experiencia de democracia sindical basada en la asamblea y de
combatividad, de esas que no deben olvidarse nunca de la memoria colectiva del
proletariado regiomontano.
El FAT: LAS
“MANOS EXTRAÑAS” DETRÁS DE LA HUELGA DE GAMESA
Aproximadamente
desde el año de 1966, es decir, 10 años atrás del movimiento de huelga, un
grupo de trabajadores inquietos de la Gamesa se reunían en círculos de estudios
con estudiantes comunistas; tiempo después este mismo grupo contactó con un
grupo de jóvenes comunistas. Con ellos tenían reuniones donde estudiaban la
lucha de clases, de maoísmo, marxismo, etc. Pero no fue sino hasta 1972, que
Pablo Luis Esquivel y otros compañeros, conocieron a un gran militante y
organizador del Frente Auténtico del Trabajo (FAT), Manuel García, el
“Maestro”, como le llamaban. El contacto con Manuel García fue gracias a José
García Ruiz, primo de Luis Esquivel y activista en colonias populares.
El FAT ya
tenía más de una década de trabajo sindical en el país, principalmente en León,
Guanajuato, incluso organizaron a trabajadores de la Pepsi en Chihuahua, habían
tenido ya grandes victorias pero también dolorosas derrotas. Incluso el mismo
año de la huelga de Gamesa, pero desde meses antes, había estallado la de
Confecciones y Maquilas, también con asesoría del FAT.
Las
primeras reuniones entre el grupo de obreros y Manuel García se dieron en una escuelita
de Trabajo Social ubicada en las calles Arista y Doblado en el centro de
Monterrey. Esta escuela estaba administrada por Beatriz de la Vega, militante
incansable del sector progresista de la Iglesia.
La relación
entre el grupo de obreros y Manuel García se estrechó al grado de que en
conjunto se planeó la estrategia en el proceso de democratización del sindicato
y en el movimiento de huelga.
La
intervención del FAT en la clase obrera regiomontana se hizo notar y no tardó
la autoridad en alertar sobre los agitadores sindicalistas; el gobernador Pedro
Zorrilla declaraba a un mes de estallada la huelga de Gamesa que se movilizaban
manos extrañas en este conflicto y que en Medalla de Oro, Nacesa y Confecciones
y Maquilas no eran la excepción.
A un mes de
huelga, la burguesía se quejaba amargamente de la presencia del FAT en el
movimiento, obviamente las injurias no dilataron, declararon a la prensa que el
Comité Ejecutivo del Sindicato estaba siendo manipulado por elementos del FAT,
que sólo busca sembrar el desconcierto y de crear un problema al gobierno. Los
representantes de la empresa, a los 2 meses de huelga, aseguraban en la prensa
que la dirigencia sindical estaba “obedeciendo la consigna para continuar
dentro del juego de un movimiento subversivo en contra del gobierno creando el
caos y por eso se observa en esta ciudad, en Puebla, en México, y en otros
lugares de la Republica un acuerdo entre esas fuerzas antipatria que están
socavando el orden y la tranquilidad de México (…) y el Comité Ejecutivo
pertenece a esa organización clandestina…”
Esta
declaración muy probablemente tenía sus antecedentes años atrás cuando el FAT
se integró a “la Insurgencia Obrera, participando activamente en la primera
Jornada nacional por la democracia sindical convocando conjuntamente con el
Sindicato de Trabajadores electricistas de la República Mexicana (STERM) y el
Movimiento Sindical Ferrocarrilero (SFM) a movilizaciones y marchas en más de
40 ciudades de la República” (40 años de lucha libertaria, pag 91).
El Frente
Auténtico del Trabajo luchaba –y hasta la fecha lo hace- por un sindicalismo
independiente de la patronal, del gobierno y de las estructuras corporativas
charras, como lo expresaba en su primera declaración de principios, en el año
de 1960:
“Los
principios que normarán nuestra trayectoria serán en todo tiempo: a)la libertad
sindical, b)la democracia sindical, c)la independencia ante los Partidos
Políticos,
d)la autonomía sindical ante los gobiernos y los patrones, e)lucha constante
por la elevación material y espiritual de la clase trabajadora.”
Esta
central buscaba desde entonces, la democracia sindical, echándose a la bolsa
automáticamente a los enemigos de la clase trabajadora, ya mencionados
anteriormente. De allí, la campaña mediática en su contra en los medios de
comunicación y del temor constante de los capitalistas mexicanos.
Durante
todo el transcurso de la huelga y después de aplastarla, los medios de (des)
comunicación, la patronal y la autoridad estatal se quejaron amargamente y en
repetidas ocasiones, que detrás del movimiento huelguístico de Gamesa había
gente extraña con intereses ajenos a los mismos trabajadores.
Volante-declaración
de trabajadores de Gamesa después de la represión.
AL PUEBLO
TRABAJADOR
Los 1800
trabajadores del sindicato de Galletera Mexicana de Monterrey que desde el 10
de abril estamos en huelga por negarse el patrón Alberto Santos de Hoyos, a
revisar nuestro contacto colectivo de trabajo informamos al pueblo de México:
Durante el
desarrollo de nuestra huelga la empresa ha tratado por todos los medios de
quebrar nuestro movimiento de huelga, utilizando la televisión, la radio y la
prensa para confundir al pueblo trabajador y crear desmoralización entre
nosotros.
Ha estado
también utilizando a sus perros de oreja (traidores que tenemos dentro del
sindicato) y empleados de confianza con los cuales ha estado enviando cartas a
domicilio para atemorizar a nuestras familias.
A pesar de
la envestida (sic) patronal nuestro movimiento sigue adelante pues gracias al
apoyo del pueblo trabajador de Monterrey y a nuestra resistencia obrera nos
hemos sostenido en pie de lucha.
El 25 de
junio a las 19:30 horas los patrones, el gobierno y los charros setemistas
(sic) al ver que nuestra unidad, organización y conciencia de clase aumenta
cada día decidieron utilizar las fuerzas policiacas, apoyando a 59 esquiroles y
80 camionetas con halcones que a punta de metralleta y garrotes rompieron las
banderas de huelga habriendo (sic) las puertas de la fábrica para penetrar a
ellas.
Inmediatamente
la gran mayoría de nosotros los trabajadores del Sindicato concientes de que
las banderas se habían roto pero no nuestra voluntad de seguir luchando por
nuestros derechos decidimos en nuestra asamblea general volver a poner las
banderas y seguir adelante con nuestro movimiento de huelga y lo logramos
gracias al amplio apoyo que nos prestaron nuestros hermanos de clase de las
diferentes organizaciones sindicales y colonias de posesionarios.
Con
múltiples declaraciones el gobierno federal ha manifestado que el ejercicio al
derecho de huelga será garantizado cuando los trabajadores cumplan con los
requisitos y trámites que la Constitución y la Ley Federal del Trabajo señala,
nosotros hemos cubierto todos los mandatos de la ley y defenderemos el derecho
de huelga con la huelga misma, porque tenemos la razón.
Ante la
actual situación hacemos un llamado a todos los trabajadores de México para que
se solidaricen moral, física y económicamente con nuestro movimiento, pues de
este apoyo depende nuestro triunfo.
Por nuestra
organización sindical y por el bienestar de nuestras familias lucharemos hasta
el final.
Comisión de
Información
Sindicato
de Trabajadores de Galletera Mexicana de Monterrey, N. L.
Solidaridad
expresada en un periódico regiomontano
A la clase
trabajadora, a los Universitarios, al Pueblo en General:
A treinta
días de haber estallado la huelga, los compañeros de Gamesa se mantienen con
firmeza en pie de lucha, hasta arrancarle al patrón explotador Alberto Santos,
entre otras las siguientes demandas:
40 por
ciento de aumento de salarios, Semana Laboral de 40 horas, 300 plantas a
obreros eventuales, etc.
Al patrón
le parecen “exageradas” las demandas obreras, no obstante que resultan unas
migajas, comparadas con los cientos de millones de pesos que ha amasado a costa
de explotar la fuerza de trabajo de los compañeros obreros. Ante la actitud
intransigente del patrón, de darle largas a la solución del problema, los
estudiantes e la Preparatoria No. 9, manifestamos toda nuestra solidaridad al
movimiento de Gamesa y llamamos al pueblo todo a que económica y moralmente
apoye a los trabajadores para que la huelga no sea quebrada con hambre.
¡Vivan las
huelgas de Gamesa y Confecciones y Maquilas!
Estudiantes
y maestros de la Preparatoria No. 9.
Nota: Toda
ayuda enviarla a Avenida La República Norte 225 de San Nicolás de los Garza, N.
L.
Alfredo Herrera Valenzuela
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