La matanza de copreros en Acapulco
“Que
rojas están tus aguas,
Acapulco
de delicia,
por la sangre de tus hijos,
víctimas
de la avaricia.”*
“Lamento coprero”, la canción desgarradora de José
de Molina sobre la masacre de campesinos en Acapulco en la década de los
sesenta me llevó a indagar un poco de esta tragedia.
En uno de los pocos videos que existen de sus
conciertos, el cantautor mexicano daba este preámbulo: “Los copreros, en todas
las costas trabajan el coco, que es la carnita que tiene el coco. Entonces el
trabajador tiene que subir a la palma bajar el coco, abrirlo sacar la carne y
llevarla a la central de abastos. En aquella época les pagaban a 15 centavos el
kilo. Era muy poco. Entonces solicitaron que les subieran 5 centavos. Pero los industriales
y los empresarios se negaron. Entonces organizan una marcha, vienen a Acapulco y
los reciben los judiciales y la soldadesca, y los asesinaron. Nosotros tenemos
la idea de que fueron asesinados cuarenta copreros pero nunca vamos a saber cuántos
exactamente”.
Agosto de 1967. Estamos un año antes de la
masacre de estudiantes en Tlatelolco. En las costas de Guerrero los copreros
tienen que enfrentar a los caciques, que si bien antes eran dueños de las
tierras, ahora se transformaron en acaparadores.
Los copreros son campesinos que trabajan la
copra, que es la carne de la nuez de coco, una vez que se ha secado y es el
principal producto comercial obtenido del cocotero, aparte del aceite y la
materia prima para elaborar dulces regionales.
Y pues sí, los campesinos se organizaron y
juntos crearon la Unión Regional de Productores de Copra para enfrentar a los
ricos y sus artimañas. Juntos lograron incluso recuperar varias tierras; se
libraron del coyotaje y hasta ventas directas hicieron con comerciantes de
Colombia.
Por la fuerza que acumularon, el gobierno no
tardó mucho en incorporarlos al sistema ofreciéndoles diputaciones y demás
puestos públicos. Al cabo del tiempo la estrategia funcionó y las dirigencias
charras se hicieron presentes en la organización.
Este año el gobierno impuso un impuesto de 13
centavos al kilo de copra, al mismo tiempo el líder Jesús Flores Guerrero se impuso de manera
fraudulenta en la dirigencia. Ante esto, los copreros intentaron recuperar su
democracia y su sindicato.
La suerte ya estaba echada.
El líder charro pidió ayuda al gobernador
Raymundo Abarca Alarcón y un grupo de policías judiciales, municipales y
estatales, acompañados de sicarios famosos como “El Sánate”, “El Animal” y “El
Niño” hicieron el encargo.
El 20 de agosto, 800 copreros marcharon hacia
“La Coprera”, el edificio de la Unión, decididos a entrar pero no lo lograron.
Desde puntos estratégicos los matones dispararon contra los campesinos. Los
militares contaron 40 muertos, otros dicen que 38 y hay quien dice que contó hasta
80 cuerpos agujereados.
Roberto Balderas Portillo, reportero del diario
Revolución, fue un testigo involuntario de la matanza:
“Entonces cuando empezaban a tirar de arriba,
yo agarraba y click; tiraban de este lado y click. Pum, me agachaba, y así. El
paletero estaba cerca de mí, yo lo retraté, la foto es mía. Lo mataron,
inocente chamaquito, ahí cayó, sobre el carrito de paletas. Las señoras, son
hermanas, yo intenté salvar a una, me quedé con la falda de una para tratar de
meterla al camión. Total, fue un hecho tan jamás en mi vida visto, que Dios me
dio fuerzas para aguantar todo esto”.
“La verdad, esto no fue un campo de batalla,
fue una masacre. Corro para arriba, y como era de tierra todo esto, las balas
levantaban el polvo. Caía una señora aquí, otra allá. Tiraban de la harinera,
de la azotea del edificio, de las oficinas, de la parte de arriba, del terreno
de enfrente, donde ahora está la terminal. Los tenían copados”.
Cuando la carnicería terminó llegaron los
militares. En el edificio había 70 rifles M1 y varios M2; seis escopetas de
diversos calibres, 22 pistolas 380 y otras 30 calibre 38 súper, más algunas
decenas de ametralladoras tipo Mendoza.
Como es de acostumbrarse, los asesinos salieron
libres casi inmediatamente. Los autores intelectuales ganaron importantes
puestos en el PRI-gobierno. Por otro lado se inició una pesquisa de activistas
de izquierda aunque la mayoría no tenía nada que ver en el asunto. Convirtieron
a las víctimas en victimarios y el caso se archivó en lo más profundo de las
bodegas.
“Ay copreros a las armas
a ganar
el bienestar,
lloren huérfanos y viudas,
la justicia ha de llegar.”*
*Fragmento de la canción Lamento Coprero, de José de Molina.
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